Miedo al fracaso

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Contenido del artículo

Que nadie se sorprenda ni se preocupe en exceso, el miedo es una emoción básica y por lo tanto, imprescindible para nuestra supervivencia. Somos hijos de aquellos humanos miedosos, los valientes murieron en el camino. El miedo es adaptativo si, y solo si, el temor es real e infundado y afecta realmente a nuestra supervivencia, fuera de estas situaciones, el miedo excesivo o el miedo a situaciones “no peligrosas para nuestra supervivencia” se convierte en inadaptativo e irracional. El miedo al fracaso lo definimos como el temor a no lograr nuestras metas, objetivos o deseos.

El miedo puede limitarnos, pero el temor al fracaso, nos mantiene inmóviles.

El temor al fracaso actúa de una forma muy clara y circular, ese miedo al fracaso nos incita a evitar aquellas situaciones potencialmente amenazantes y que nos podrían hacer fracasar. Ante esta evitación, la mayoría de problemas no solo no se solucionan espontáneamente sino que, habitualmente, se incrementan. Eso hace disminuir nuestro bienestar y nuestra vida y nuevas experiencias son cada vez más reducidas y limitadas. Todos los aspectos del temor al fracaso se relacionan y refuerzan entre sí.

Sin fracaso no hay éxito

Eso es así, no existe el uno sin el otro, pero el trabajo mental que debemos llevar a cabo es el de cambiar nuestra idea acerca de lo que entendemos por fracaso, ya que el fracaso en si no es el problema, es cómo entendemos ese fracaso y que uso le damos. Lograr un cambio de actitud ante el fracaso nos permite superar la parálisis y la evitación que nos genera ese temor para convertirlo en algo muy útil, casi imprescindible, para encontrar el camino correcto, o por lo menos, nos ayudará a entender que no elegimos el camino adecuado. Que hay que buscar un camino alternativo.

Según el significado que demos al fracaso nos puede generar diferentes problemas. Muchas veces, nos valoramos como personas y de forma global en función de nuestros éxitos o fracasos. Los éxitos nos aumentan la autoestima, los fracasos no, ya que tenemos una idea negativa del mismo. Un fracaso no te convierte en un fracasado, lo que te convierte en fracasado es cómo aprovechas la información que te está ofreciendo ese fracaso.

Es bien cierto que nos da miedo fracasar, a todos, y a pesar de hacer el trabajo mental antes indicado, cuando no se cumplen nuestras expectativas, nos sentimos fracasados, frustrados, es normal y humano, pero una vez pasado ese primer momento de frustración, debemos analizar con cuidado y atentamente todo aquello que nos pueda aportar ese fracaso. Una persona es mucho más que sus comportamientos o las decisiones que tome.

David D. Burns, aporta un aspecto positivo al fracaso, según él, cada fracaso nos acerca más a nuestra meta, cada fracaso no delimita las opciones a seguir, el fracaso nos asegura el éxito, tanto es así, que Burns nos incita a contabilizar fracasos, buscar el fracaso, par así, agilizar el encuentro de nuestra meta.

Un ejemplo lo tenemos con Thomas Alba Edison,que a pesar de fracasar miles de veces antes de hacer funcionar una bombilla, consideraba cada error o fracaso un triunfo ya que había encontrado miles de maneras en las cuáles no funcionaba la bombilla. “Me encuentro miles de pasos más cerca de descubrir como hacer funcionar la bombilla” dijo en una ocasión.

«El fracaso es parte esencial del éxito. Cada fracaso es una oportunidad para aprender y corregir»

Como ya he indicado anteriormente, el temor a fracasar nos paraliza, produce inacción, que nos reduce la autoestima, cosa que nos genera falta de confianza en nuestras capacidades, lo que no produce más miedo, más inacción y así continuamente. Se crea un círculo vicioso que se retroalimenta, así que, debemos romper ese círculo. Ante un fallo, un error o un fracaso, nuestra actitud ha de ser positiva, adaptativa, no debemos culparnos, revisemos la situación,analicemos donde estuvo el error y cual puede ser la mejor forma de que este no vuelva a suceder y corrijámoslo haciendo los cambios que consideres necesarios para así, estar un poco más cerca del éxito. Recordando las palabras de Albert Einstein:

«La definición de locura es: hacer lo mismo y esperar un resultado diferente»

Y con frecuencia no nos damos cuenta pero estamos haciendo más de lo mismo esperando resultados diferentes.

Presión por los resultados

Si algo es cierto en el mundo del deporte es que existe mucha presión sobre los deportistas. Esa presión viene generada por algo que forma parte del deporte en sí mismo, intrínseco. Como ya indicaba en las publicaciones anteriores si algo diferencia de forma importante al juego del deporte es el agonismo, es decir, el medirse con algo/alguien para superarlo. Si se supera, has logrado el éxito, sino, encuentras el fracaso.

Esa sentencia es señal de que el término fracaso es utilizado con mucha frecuencia en la práctica deportiva. Viene justificado en el hecho de que una acción deportiva no admite un témino medio, o está bien o está mal. Si la pelota no entra,es un fracaso, si un pase no llega, es un fracaso, una pirueta que no se clava, otro fracaso. Vistos estos ejemplos, es evidente que la práctica deportiva gira entorno al éxito o al fracaso. Se puede realizar una acción deportiva de lo más adecuada, pero un simple error puede tirar por los suelos todo el esfuerzo y buen desarrollo previo. Esta baja tolerancia al error, puede presionar de tal manera al deportista que vaya minando su auto-estima y con ella, su capacidad para asumir riesgos, y creando por tanto, temor ante las diferentes situaciones de la competición, y en consecuencia incitando al deportista a la evitación de esas situaciones amenazantes.

Reducción al absurdo

Ante esta situación debemos hallar estrategias que nos ayuden a eliminar el temor a asumir el riesgo de la propia competición. Estrategias que trabajen a nivel cognitivo, estrategias que hagan reflexionar al deportista sobre la importancia que tiene afrontar las situaciones temidas propias de la competición y sobre los efectos positivos de esa afrontación. Demostrar que afrontar las situaciones siempre es preferible a evitarlas y convencerle de que el resultado final de su actuación deportiva será consecuencia de la suma de errores cometidos durante todo el proceso. Esos errores, una vez que se analicen, pueden corregirse y subsanarse para la próxima ocasión.

Según Mora et al. (2001), los conceptos de éxito y fracaso están muy arraigados en el mundo del deporte, tanto que no resulta nada sencillo encontrar estrategias que permitan al deportista no valorar su actuación en esos términos. Cuando los deportistas sufren temor al fracaso, tienden a focalizar su atención en la incertidumbre del resultado a obtener, en lugar de hacerlo en la estrategia o en el procedimiento para conseguirlo. Con ello, el deportista queda sumido en una sensación de indefensión de la que le resulta difícil salir.

Por ello, la estrategia cognitiva que presentan consiste en demostrar que el el fracaso como tal no existe y, por lo tanto, no se puede temer a algo que no existe. Para ello, a través de la reducción al absurdo demuestran que el fracaso, como tal, no existe. Tan solo, una cadena de errores, que
sumados, dan lugar a la no obtención del objetivo o meta planteado originariamente.

Existe un concepto universalmente aceptado de cuál es el proceso para lograr el éxito, para lograr la consecución de unos objetivos determinados. Ese concepto no solo se utiliza a nivel deportivo, sino que también en todas las esferas de la vida, ya que es universalmente utilizado.

El proceso habitual para conseguir una meta es, como se puede observar en el gráfico, el siguiente: En primer lugar nos proponemos una meta, un plan , un objetivo. A continuación, realizamos todas aquellas acciones que consideramos adecuadas para lograr nuestro objetivo, meta o plan. Y en función de esa combinación, obtendremos unos resultados. Si no obtenemos los resultados previstos es debido a que hemos cometido algún error en los pasos previos. Hemos de revisar el procedimiento seguido para analizar si existen errores que pueden ser de ejecución o de omisión. Si existen, se han de analizar para subsanarlos para la próxima ocasión. Si no es así, hemos de revisar nuestros objetivos, metas o planes. Quizá son excesivamente exigentes, irreales o inalcanzables. Para saber si es así, deberíamos analizarlos en busca de esos posibles errores.

Visto así, descubrimos que el fracaso como tal, no existe, y podríamos decir lo mismo del éxito, si vamos más allá. El resultado que obtengamos no se va a decidir el día de la competición o del encuentro, se decido mucho antes, cuando elaboramos las metas y objetivos y los procedimientos a seguir para lograr ese fin. Siguiendo a Mora et al. : “…ni los errores, ni las omisiones ni los objetivos imposibles son sinónimos de fracaso. Ante esta tesis, puede sostenerse que el fracaso en sí no existe, solo existen errores, que pueden ser corregidos, bien a través de la reflexión bien a través del entrenamiento en la ejecución de las acciones”.

Eliminación de temores

Cuando ejecutamos una acción, evidentemente dicha ejecución resultará mucho más eficiente si se siguen todos los pasos previstos con anterioridad y aún más, si se tienen los medios para modificar planes sobre la marcha, como sería el caso de los partidos de fútbol o baloncesto, pero no todos los deportes permiten esos cambios tácticos inmediatos, como por ejemplo la natación, el tenis o las carreras de velocidad. Por lo tanto, para estos casos necesitamos alguna estrategia que nos permita resolver los efectos de estos imprevistos por la no consecución de los objetivos prefijados.

Esa falta de flexibilidad en el proceso de ejecución de algunos deportes genera una fuerte incertidumbre en los resultados que obtendrán los deportistas en su competición o entreno, que produce en la persona una gran presión. Altos niveles de exigencia y muchas obligaciones, hacen que, en algunos casos, se generen dudas. Dudas al respecto de si valdrá la pena tanto esfuerzo. Recordemos que el nivel de motivación va en función tanto de la importancia que se da al objetivo o meta, como de la probabilidad que crea el deportista que tiene de lograrlo. Es aquí, en esa creencia en la probabilidad, la autoconfianza, donde la eliminación de temores al fracaso ejerce su máxima influencia, ya que trnasformamos fracasos en errores, los cuales tienen fácil solución y sencilla aceptación y permiten afrontar nuevas situaciones de competición con confianza al haber detectado y solucionado los errores detectados.

Conclusión

Por lo tanto, hay una idea, una creencia que es errónea y ya la apuntábamos al principio del artículo: creer que la persona hay que valorarla en función de lo que ha conseguido. Esa idea errónea es la que genera el temor al fracaso. Así, no es de extrañar que muchos deportistas piensen que tienen la obligación de conseguir el éxito. Esa obligación no hace más que aumentar la presión sobre el deportista, alta ya de por sí, y no solo puede condenarlos al fracaso, sino que genera el miedo al fracaso, que muchas veces tiene peores consecuencias. El ser humano es eso, humano, y por ello falible.

Ante esta obligación autoimpuesta, si les enseñamos a que den lo mejor de cada uno, en lugar de “hacer lo mejor”, obtendremos mejoras en la autoestima, autoconfianza y motivación. Un sentimiento de orgullo dependiente de nuestro interior y no del exterior, para así, dejaremos de autoevaluarnos en función de los fracasos o errores y se utilizarán para afrontar mejor retos futuros, eliminando y reduciendo el temor al fracaso y reconduciendo la evitación de asumir riesgos.

No podemos permitir que la autoestima, la autoconfianza y la motivación dependan de factores externos, pues el día que estos desaparecen, esas cualidades personales también se resienten y generan problemas psicológicos.

Bibliografía

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5 comentarios en «Miedo al fracaso»

  1. No tine otro calificativo si no de MAGISTARL el otrora escrito,no he visto algo mas claro en el mundo en cuanto a su aplicacion al mundo deportivo es perfecto,claro porque es el realto vivo de la ansiedad deportiva , sinceramente me quito el sombrero y que pase el rey MARIO PINEDA GOELKEL.

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