Todavía recuerdo mi primera clase de BJJ. Al contrario que muchas otras personas que me han contado sus experiencias, yo para nada me sentí intimidado. Venía de practicar otros deportes de contacto como el kickboxing y el savate, y si estaba dispuesto a darle una prueba al BJJ era por una pequeña lesión en el tobillo que me iba a impedir dar patadas durante unos cuantos meses.
Yo era más bien un escéptico del BJJ, no me quedaba claro la utilidad de revolcarme por el suelo con otro tipo y menos aun en un kimono, pero ante la insistencia de un amigo mío que se encontraba en las UEI de la Guardia Civil, un cuerpo de élite policial, y que era habitual practicante de BJJ, acepté el reto.
¿Cómo fue el primer día de entrenamiento?
Busqué un gimnasio cercano a mi casa, puesto que no me quedaba claro cuánto iba a durar practicando este arte marcial y sin tener ningún tipo de conocimiento me presente el lunes siguiente ante el instructor, un cinturón negro 1er Dan de nacionalidad brasileña. Con toda la amabilidad del mundo, me prestó un kimono blanco, me cambié en los vestuarios y cuando salí vi un montón de chicos con sus kimonos y cintos de colores. Todos bastante más jóvenes que yo, más livianos y de menor estatura. No había ningún peso pesado como yo y eso en cierta medida me alivió, puesto que no pensé en ningún momento que alguno de aquellos chavales fuese a poner en peligro mi integridad física. Cuan equivocado estaba.
Mientras calentábamos note las miradas furtivas de varios de esos chicos sonriéndome, todo el mundo allí era amable, la gente hablaba entre ellos y había un ambiente excepcional… ¿me había equivocado de lugar? ¿Realmente podría aprender algo de estos simpáticos muchachos? No las tenía todas conmigo y pensé que iba a abandonar la práctica del BJJ antes de lo esperado.
Mi primera técnica de combate
Después de calentar, el instructor pasó una serie de técnicas básicas que tenía que repetir (y que con el paso de los años repetí hasta la saciedad) una cadena de sumisiones llamada armlock-triángulo-omoplata, entrelazadas entre ellas e intercambiables de forma continua. Un chico brasileño con un cinturón azul intento enseñármelas ante mi imposibilidad de realizarlas.
Estuvimos unos 15 minutos antes de cambiar de técnica. Esta vez a mi me apartó y por ser novato me puso de nuevo con el chico del cinto azul para enseñarme una serie más de posiciones básicas y transiciones, mientras el resto de la clase practicaba una serie de pasajes de guardia. A los 15 minutos volvió a parar y dijo algo que sonó como música para mis oídos “Podéis beber agua, poneros los bocales y vamos a combatir”.
Mi primer combate
El instructor se dirigió cortésmente a mí y me dijo, “normalmente el primer día no se rueda, pero debido a tu tamaño, si te interesa, puedes probar, le diré a los chicos que vayan suave contigo”
¿Suaves conmigo, pensé? Son ellos los que deberían andar con ojo. Iba a vencer fácilmente a aquellos chicos delante de su maestro y luego me iría a casa a relajarme.
De repente se me acerco un chaval de 20 años con un cinturón morado y me dijo que si quería rodar. El muchacho no llegaba a los 65 kgs y media 1,70 m. Yo estaba en 1,90 m y 98 kgs. Iba a ser tarea fácil machacar a este crio.
Creo que el chico tardo 10 segundos en estrangularme entre sus piernas con un triangulo. ¿Como lo había hecho? A la siguiente me cogió la espalda y me hizo un mata león. A la siguiente una llave de brazo. Así una tras otra, caí al suelo por lo menos 10 veces en 7 minutos que duró el combate. ¿Qué estaba pasando allí?
Uno tras otro, los chavales allí presentes fu,eron turnándose conmigo y, a pesar de finalizarme infinidad de veces, jamás hubo una falta de respeto ni una mala palabra o celebración fuera de tono. Todo giraba en torno a una extraordinaria educación y disciplina.
Cerramos la clase en formación, nos fuimos saludando uno por uno y nos quedamos a estirar un rato.
El instructor se acerco a mí y me dijo sonriente
-“¿Qué te ha parecido?”
-“Mañana estaré aquí a la misma hora”- contesté.
Conclusión
Han pasado ya unos cuantos años desde el primer día que probé el BJJ y sigo igual de enganchado a este arte marcial, tanto como en el primer momento que tomé contacto con ella. Competiciones, amistades, viajes y buenas experiencias (también malas, por supuesto, aunque menos) han quedado en este viaje. Créeme, si yo he podido disfrutar, entrenar y vivir este tipo de experiencias, cualquiera puede, no importa tu edad, genero o condición física. Dale una oportunidad al BJJ, no tienes por que esperar a que nadie de las fuerzas especiales te lo aconseje.