Ya sea por el paso de los años, por cuestiones psicológicas o a causa de determinadas patologías y/o tratamientos, podemos sufrir un episodio de pérdida de apetito, manifestación que se mantiene en un periodo extenso de tiempo y que conlleva, entre otras consecuencias, malnutrición y pérdida de peso visible. A pesar de que es más habitual en personas mayores, la hiporexia se puede presentar en cualquier rango de edad. En España, se calcula que más de 8 millones de personas la padecen. Vamos a profundizar en qué es, cuáles son sus causas, cuáles sus consecuencias y cómo tratar la hiporexia.
Hiporexia y anorexia
La hiporexia es una patología que sufre una persona cuando pierde parte del apetito que en ella sería normal en su rango de edad y estilo de vida. Más del 50% de los afectados son personas que tienen más de 70 años, aunque también puede darse en niños y adolescentes.
En el caso de los segundos, influyen sobre todo cuestiones psicológicas, que pueden estar relacionadas con sucesos traumáticos o situaciones personales (cambios físicos, cambios ambientales). También se han detectado casos en los que algunas enfermedades orgánicas crónicas también pueden derivar en la pérdida parcial del apetito o hiporexia.
Respecto a los mayores, se identifica con una disminución de las necesidades energéticas que hacen que el estómago reclame menores cantidades de alimento. Asimismo, con el paso de los años se pierden el gusto y el olfato, por lo que es posible que, dado que ya no saben las comidas como antes, se deje de comer o se disminuya la ración.
La falta de apetito por hiporexia resulta difícil de detectar, ya que se confunde con fases propias de cada edad. Ahora bien, cuando una persona deja de comer lo que habitualmente solía comer, cuando tarda mucho más en comer y deja que se enfríe, y se une una pérdida evidente de peso, podríamos estar ante un caso de hiporexia que habría que tratar.
Hiporexia no es anorexia
Además de confundir los síntomas, existe otro elemento que suele alertar a los familiares de las personas que entran en esta dinámica de pérdida de las ganas de comer. Y es que se tiende a identificar la hiporexia con la anorexia. La mayor diferencia entre ambos trastornos alimenticios es que la anorexia implica una pérdida total del apetito, mientras que en la hiporexia dicha desapetencia es parcial.
Síntomas y señales que nos alertan ante un posible caso de hiporexia
Uno de los motivos por lo que no identificamos un problema alimenticio como la hiporexia es por su capacidad de camuflarse con lo que es normal a esa edad. Es importante permanecer atentos a las rutinas de alimentación de los implicados cuando son jóvenes, pero hay que tener especial vigilancia con los ancianos. Una hiporexia severa puede derivar en que una persona mayor entre en una espiral de malnutrición y enfermedades agravadas.
A la hora de detectar este trastorno de la alimentación, los familiares más cercanos y los cuidadores (en el caso de los ancianos especialmente), deben vigilar lo que come esa persona en un rango de tiempo de varios meses, comparando si deja de comer algún alimento o plato en concreto, si es algo general, y anotar cualquier otra señal que, junto con otros síntomas como mayor debilidad y cansancio, se pueda identificar.
Algunas señales comunes a todas las edades
Más allá de consultar con un profesional, es el entorno más cercano el primero que debe observar y cuidar a un posible caso de hiporexia. Estas son algunas de las señales más habituales en personas que han perdido parcialmente el apetito.
En primer lugar, deja comida en el plato cuando la ración servida es lo habitual en su dieta. Por otra parte, las personas que empiezan a perder peso a causa de un trastorno como la hiporexia tienden a vestir ropas holgadas, se mueven menos y se muestran más torpes. Es posible que incluso renieguen de alimentos que antes comían con fruición o que tiendan a comer siempre lo mismo.
Cuando una persona con hiporexia quiere justificar su comportamiento suele recurrir a frases como “esto no lo puedo masticar”, “la dentadura se me mueve”, “está muy salado”, “está muy duro”.
Qué provoca la hiporexia
Son múltiples las causas por las que una persona puede entrar en una espiral de hiporexia con consecuencias más o menos graves como veremos a continuación. Esta pérdida de las ganas de comer puede deberse a varios factores.
Factores psicológicos de la hiporexia
Emociones como la tristeza, el estrés o situaciones de aislamiento social, soledad, las largas estancias en el hospital o un ingreso no voluntario en una residencia en el caso de los mayores, pueden derivar en que la persona sienta que no puede comer más que una mínima parte de su ración habitual. A este tipo de patología se la denomina hiporexia social.
En lo psicológico, también se ha relacionado la depresión o diversos tipos de anorexia como incentivos de la ausencia de apetito normal.
Factores fisiológicos
Además del propio envejecimiento, que es un agravante importante, diversas enfermedades crónicas como el cáncer y algunos trastornos digestivos y del sistema hepático también se han relacionado con la aparición de casos de hiporexia. Otro tipo de enfermedades como la demencia o la EPOC también se han demostrado como incentivadoras de esta patología.
Asimismo, la ingesta de algunos fármacos de gran virulencia para el estómago como los medicamentos para los tratamientos de quimioterapia para el cáncer o la morfina también pueden hacer perder parte de las ganas de comer.
Si una persona pierde peso y apetito en el tiempo, es muy importante que acuda al especialista para tratar cuanto antes al paciente.
Consecuencias de la pérdida de apetito
La desnutrición es una de las consecuencias más graves con las que se puede encontrar una persona que sufre de hiporexia. Esta malnutrición, a su vez, genera un círculo vicioso de complicaciones y debilidad en las defensas que hará a la persona más susceptible de padecer infecciones. En los casos más graves existe un riesgo real de muerte.
Así, las defensas debilitadas por una mala nutrición generarán una mayor gravedad en cualquier enfermedad que le aqueje o que sufra a raíz de esta desnutrición. A ello se le suma el hecho de que un estado de gravedad mayor requerirá un tratamiento más agresivo que, sin la alimentación suficiente y adecuada, puede se excesivo para su organismo.
Asimismo, es habitual encontrarse con casos de diabetes, anemia e incluso trastornos mentales en personas con un grado avanzado de hiporexia. En muchos casos, incluso, llegan a los centros de salud a raíz de caídas y fracturas.
Tratamiento del paciente sin ganas de comer
En los casos de hiporexia, las diversas investigaciones concluyen que se debe realizar un seguimiento pormenorizado del paciente y tratar de favorecer una rutina alimenticia equilibrada y constante en el tiempo. Para ello, se suele trabajar en varios enfoques:
Readaptar sus hábitos
Es importante no presionar al paciente y aprovechar esos momentos en los que ingiere alimentos para ayudarle a centrar su interés en la comida. Que esté acompañado en todo momento es clave.
Menos comida, más veces al día
Una reeducación a nivel alimenticio implica tiempo y adaptación. Tiempo (y paciencia) para que se acostumbre (adapte) a comer menos cantidad que antes si así lo desea, pero haciendo más comidas (hasta cinco), de tal forma que de una u otra forma y tiempo ingiera los nutrientes que necesita. En esta nueva rutina, es preferible aumentar la densidad calórica de los alimentos y las proteínas para recuperar parte de las defensas y fuerzas perdidas.
Ayudar en la deglución
Cuando el problema radica en que no es capaz de masticar correctamente, le podremos ayudar consiguiendo que mantenga una postura adecuada a la hora de comer y beber, si lo prefiriere sobre una mesa alta, y con comidas que no le lleven al paciente a estar más de 30 minutos en ello.
En último término, el especialista puede recomendar el consumo de fármacos que estimulen su apetito o bien suplementos alimenticios.
Ante todo…
Hemos de ser conscientes de que nuestro ser querido o la persona a nuestro cuidado está enferma, por lo que habremos de ser comprensivos, aunque también firmes.
Los psicólogos recomiendan, especialmente en los casos de personas con depresión e hiporexia, tratar de no regañar a la persona ni forzar las comidas, pues sería contraproducente. En estos casos resulta vital que el paciente esté acompañado durante las comidas, y que el responsable de sus cuidados sea consciente de que le costará tomar los alimentos, por lo que habrá que hacer un esfuerzo extra para presentar los platos lo más atrayentes posible, con alimentos de fácil deglución y respetando sus preferencias.
Referencias
- Osterbur, K., Mann, F. A., Kuroki, K., & DeClue, A. (2014). Multiple Organ Dysfunction Syndrome in Humans and Animals. Journal of Veterinary Internal Medicine, 28(4), 1141-1151. doi: https://doi.org/10.1111/jvim.12364